Los amables visitantes de este blog (os quiero) sabéis que no suelo seguir mucho orden en las entradas del blog. Voy comentando en cada momento lo que me apetece según va surgiendo y, habitualmente, son temas sin mucha relación unos con otros. No pretendo cambiar esta costumbre, pero sí he pensado en abrir un par de “secciones” más o menos regulares en las que comentar algunos temas que me interesan, como la relación entre cine y literatura. Últimamente, elijo muchas de mis lecturas en relación con las correspondientes adaptaciones cinematográficas. Si una película me ha gustado, busco el libro. En otras ocasiones, el orden se invierte, y leo el libro antes de ver la película. Por este motivo, he pensado condensar en una sola entrada en el blog las opiniones comparadas entre libros y pelicula/s. El tópico dice que las novelas suelen ser mejores que las películas. Los motivos arguídos son varios: la dificultad de condensar en dos horas todo el universo desarrollado durante decenas o cientos de páginas, la libertad imaginativa que nos permite los libros, donde construimos con el escritor la historia, algo que no sucede tanto el cine que nos da las imágenes ya hechas, etc. Como todos los tópicos, tienen mucho de verdad pero no toda la verdad. De hecho, el primer libro con el que “estreno” sección contraría el tópico, al menos para mí.
EL VELO PINTADO, Somerset Maugham (1925)
En el año 2006, el director John Curran dirigía la segunda adaptación de la novela de Somerset Maugham. Fue mi primer contacto con la historia de Somerset Maugham. Una historia protagonizada por Naomi Watts y Edward Norton que me entusiasmó en su día y a la que dediqué exaltadas e inocentes entradas en el blog (hace cinco años ya). Desde aquel día tuve entre ceja y ceja hacerme con la novela. Busqué en la biblioteca y en algunas librerías en su momento pero no la encontré. De forma intermitente, tampoco con excesivo ahínco, me acordaba de la novela y volvía a buscarla de forma infructuosa, así fueron pasando los años hasta que por fin, en 2011, me hacía con el libro en formato bolsillo y con su cubierta cinematográfica. Durante todos estos años, El velo pintado se convirtió para mí en un libro anhelado. Aún más desde que el año pasado había localizado la versión cinematográfica de 1934 de Richard Boleslawski, protagonizada por Greta Garbo y Herbert Marshall. Esta primera adaptación cinematográfica de la novela me gustó mucho menos que la de Curran. Es una película correcta, que no tiene ni la belleza visual ni la intensidad dramática de la segunda. Destacaba el buen papel de la Garbo, protagonista absoluta y deslumbrante en la película. La película contenía algunas diferencias narrativas en la historia que me despertaba curiosidad su relación con la historia original de Maugham. Por ejemplo, el final amable de la adaptación de 1934, muy moralista, entendía que respondía más a la “autocensura” del cine americano (ya influido por el Código Hays) que a lo que podía haber escrito Maugham, comparándolo con el estupendo final de la versión de Curran.
En resumen, me había construido unas expectativas enormes respecto a la novela y pocas veces habré empezado a leer un libro con tantas ganas. El comienzo fue, en este sentido, un poco desangelador. Es la parte de la novela que menos me gustó. En los últimos meses me he acostumbrado a leer a Stefan Zweig (ahora mismo diría que mi autor favorito), un autor muy dotado para la descripción de los personajes y lo hace de una forma muy concisa y sencilla. Quizá por ello, la excesiva verborrea de esa parte de la novela me resultó cargante. El personaje de Kitty, es una mujer muy dentro de los tópicos femeninos de la época: superficial y frívola. Maugham se recrea en ello, y nos hace conocer cada uno de los poco interesantes pensamientos de Kitty. La historia mejora hacia el segundo tercio, cuando la historia rompe y aparece el nuevo escenario: Mei-Tan-Fu. Se torna más reflexiva y las relaciones entre los personajes, son mucho más interesantes. Lo cierto es que la novela, en esta segunda mitad, coge unos rumbos muy distintos a los de las dos adaptaciones cinematográficas. Es más dura y menos condescendiente con los personajes. Y la historia entre Kitty y Walter es muy distinta en todos los aspectos... Las mejores frases de la novela aparecen en esta segunda parte:
Como si alguna mujer amara a un hombre por sus virtudes
Unos buscan el Camino en el opio, y otros en Dios, unos en el whisky y otros en el amor. Es siempre el mismo Camino y no lleva a ninguna parte.
Me pasó hace no tanto con Nunca me abandones, busco las películas en los libros y termino algo decepcionada de los libros, no porque sean malos, sino por la frustración de no encontrar lo que deseaba. Comparando el libro con las películas, mi preferida es la versión de Curran de 2006. Coge lo mejor del libro y se inventa otras cosas que le dan todo el encanto que tiene la película. El final de ésta es mucho mejor que en la primera adaptación cinematográfica y que en el libro, más “odiseaico” y con un punto de emoción más explícito.
- Somerset Maugham (1925) - 6/10
- Richard Boleslawski (1934) - 6/10
- John Curran (2006), 10/10
Tags: el velo pintado, the painted veil, somerset maugham, john curran, cine y literatura
Historias de Filadelfia, George Cuckor (1940)
Hace unas cuantas semanas (¿junio?), en un tiempo de cierto agobio, decidí ponerme una noche Historias de Filadelfia. Hacía tiempo que no la veía. Sucedió uno de esos milagros que no pasan con muchas películas: terminé embargada por una absurda alegría.
Lo peor que se le puede achacar a Historias de Filadelfia es la fama que la antecede como una de las comedias míticas de los 40, los extraordinarios nombres de su reparto, los Oscars que ganó, etc. A veces todas estas circunstancias pesan y hacen que se predisponga el ánimo y las expectativas terminen siendo inalcanzables. Quizá uno de los aspectos por los que en los últimos tiempos se suele desdeñar Historias de Filadelfia es que su autor sea un director como George Cuckor, considerado un mero artesano, lejos del Olimpo de los grandes autores de la Historia del Cine. Un director injustamente infravalorado. Quizá también, el que fuera un éxito de taquilla y crítica en su tiempo y que su fama haya perdurado tanto a lo largo de las décadas que han producido cierto desgaste. No se puede negar que algunos elementos de la historia, están algo desfasados, como los usos y costumbres sociales, lo que pudiendo quitarle pegada a la historia, al contrario, lo que hace, es darle un especial encanto, el de un tiempo ya pasado aunque no tan lejano.
A medida que pasan los años van cambiando los gustos y preferencias. Es algo inevitable. A veces con dolor, podemos ver como películas que nos entusiasmaron en un momento determinado, no han aguantado bien su “revisión” pasados los años. Con otras sucede lo contrario, parece que las redescubrimos de un modo entusiasta. En cierto modo, puedo decir que me ha pasado esto con Historias de Filadelfia, no es que la haya redescubierto, pero me ha conquistado como no lo había hecho antes. Ahora mismo, la colocaría en mi lista de películas favoritas. ¿Por qué? Por la extraordinaria macedonia que sale de la combinación de varios elementos. Un texto brillante, con frases, juegos de palabras y situaciones maravillosas. Un reparto magnífico, en los que cabría destacar a una excepcional Kate Hepburn, en un papel hecho a su medida, de mujer decidida y de carácter que a la vez es capaz de comprender sus debilidades y fallos. Un Cary Grant, que sin tener el mejor papel de la película es imposible no sucumbir, más o menos, antes o después, a su encantadora presencia. Y luego están mis dos personajes favoritos: la señorita Imbrie y Macaulay O´Connor. Imbrie tiene una presencia breve y, sin duda, los mejores textos de la película. Un personaje lleno de suspicacia e ironía, presente como una sombra y con cara de “eterna perdedora” durante toda el film. Luego está James Stewart, que se llevó el Oscar al mejor actor de reparto. Su único Oscar y ¡qué bien dado! Mi personaje favorito de la película y por mérito, ante todo, de Jimmy. Da vida a un escritor frustrado que odia su trabajo en una revista de cotilleos pero que necesita su trabajo para sobrevivir. Orgulloso, lleno de prejuicios y arisco vive una particular aventura en la casa de los Lord. El verano pasado idee hacerme un recorrido por su filmografía que no he concluido (ni de lejos) pero lo visto me ha permitido darme cuenta de que es uno de mis actores más queridos. Me gusta su versatilidad, me lo creo tanto en drama como en comedia. En Historias de Filadelfia tiene algunos momentos cómicos de altura. Las escenas de su llegada a la casa y sus choques con los mayordomos son geniales. Con ese estilo patoso a lo Goofy. Qué decir, de su bis a bis con C.K. Dexter Heaven, con unas copas de más en su casa. Una de mis partes favoritas de la película.
O mi parte favorita de la película, el burbujeante encuentro en la piscina entre Mike (Stewart) y Tracy (Hepburn), en el que saltan chispas. Increíble la química que existe entre los dos actores que están espectaculares. Me gusta hasta lo cursi que se pone Stewart. Ahora creo recordar que en la obra de teatro, el papel de Stewart lo hacía Joseph Cotten, otro actor estupendo, pero más guapo. Hubiera sido muy curioso ver el tono que tenía Mike en su piel, me resulta difícil imaginarlo en otro que no sea Stewart. Tiene un toque más altivo y distante, quizá más intelectual para ese papel que Cotten.
10/10
LOS HOMBRES QUE NO AMABAN A LAS MUJERES / trailers
Con mis habituales apariciones y desapariciones, cual Guadiana, en el blog, siempre se me quedan cosas por postear que tenía intención de hacer. Me pasó con el primer trailer de la nueva película de David Fincher, salido ya hace sus meses, y que quise postear por aquí para comentar varios aspectos sobre el mismo. Se me ha hecho tan tarde que, entremedias, han sacado un nuevo trailer de la película.
Del primero de los trailers, nos llegaron "dos versiones". Una primera filtración pirata, sobre la que mucho se ha especulado, sin censurar (red band), más intensa y violenta. Una segunda, para todos los públicos (green band), quizá algo más descafeinada pero, a pesar de ello, concebida con un mismo estilo: intercalar muchas imágenes al potente ritmo de una molona versión del Immigrant Song de Led Zeppelin a cargo de Karen O y Trent Reznor, terminando el trailer en todo lo alto. Lo que quería comentar de este trailer venía más bien al caso de la música, del cover del Immigrant Song. Porque había leído algunos comentarios un poco airados de seguidores de Led Zeppelin al respecto. A mí también me gusta más la versión original (¡y a quién no! Cualquier versión de Led Zeppelin es inalcanzable) y creo que Fincher la hubiera usado sino fuera porque la protagonista de la peli es una mujer y la canción, para tener todo su sentido, tenía que tener una voz femenina. En resumen, que hasta en eso Fincher ha hilado fino.
El segundo trailer que ha salido en estos últimos días es mucho más clásico. Se introduce la historia y es, claramente, la versión más comercial y de estudio para vender la película. En el primero apenas intuíamos a los personajes y en éste, sin que veamos demasiado, al menos tenemos una primera presentación de Rooney Mara como Salander, que apunta muy buenas maneras. No es tan vibrante como el primero pero, que queréis que os diga, a mi me ha dejado como un tigre de dientes de sable:
La película que más espero este año y no me he leído ni los libros. Sí, es porque la firma David Fincher.
Tags: David Fincher, The Girl with the dragon, tattoo, los hombres que no amaban, a las mujeres, trailers
PHELPS Y EL MUNDIAL DE NATACIÓN DE SHANGHAI II.
¿Pensabais que no iba a hacer ya mi análisis a posteriori de los mundiales de Shanghai, eh? No me mintáis, sé que me teníais poca fe. Tras casi dos meses, vengo dispuesta a cumplir mi palabra. Dispuesta a volver la vista atrás y ver un poco lo que terminó siendo la actuación de Michael en los mundiales chinos. No soy nada rencorosa. Le escribí hace unos días en twitter al baltimoreño para que me retuiteara (sí, fue un acto muy gañán) y no lo hizo. Cuanto peor me trata más le quiero. Hay que ver.
Si recordáis, en la anterior entrada, habíamos pasado revista a la actuación de Michael hasta ese día que no estaba siendo lo buena “que se podía esperar”. Ya comentamos que no había preparado en condiciones este mundial, mientras que el nivel de forma de Lochte era extraordinario. También comentamos cómo le quedaban las pruebas más “fáciles” y que esperábamos pleno de oros en ellas. Y así fue, el pronóstico era fácil. La primera de las pruebas fueron los 4x200 libres. Una prueba dominada por EE.UU. y que con Phelps no han perdido ¿nunca? (desde Atenas al menos...). La final, eso sí, fue más apurada de lo esperado. Los franceses dieron guerra hasta el último viraje. La extraordinaria última posta de EE.UU. con Ryan Lochte rompió las dudas y la igualdad (7,02"67 fue el tiempo de los americanos, no muy lejos de su récord del mundo marcado en los anteriores mundiales, 6,58"55). Este era el segundo oro para Michael en los mundiales.
La siguiente prueba individual del de Baltimore fueron los 100 mariposa. Una prueba en la que apenas tuvo competencia con un Cavic eliminado en las series (señal del estado de forma en el que llegaba al campeonato). Michael ganó con cierta comodidad. Llegó tercero al viraje (ya conocemos que lo bueno en él viene a partir de los segundos 50). Ganó con un tiempo bastante discreto, 50"71. Detrás de él quedaron el polaco Konrad Czerniak (51"15) y el estadounidense Tyler McGill (51"26). El tiempo no gustó a Phelps e hizo esas muecas de disgusto e insatisfacción que tanto nos gustan, son señal de que el tiburón tiene hambre y de que en las piscinas de Londres encontrará muchos peces que mendrugarse. Los 100 mariposa fueron el tercer oro para Michael.
El cuarto se lo adjudicaría en una nueva prueba de equipo: los 4x100 estilos. Podemos decir ya, para ponerle un punto de emoción a esta crónica tan tardía, que es la última prueba que Michael Phelps nadó en unos mundiales de natación. No sé si al leerlo os emocionaréis pero, a la que escribe, le invade la congoja cada vez que lo recuerda. Y, la verdad, es que el colofón estuvo a su altura (cosa bien difícil). La prueba, también dominada con mano de hierro en los últimos años por los estadounidenses, se presentaba con ciertas dudas en esta ocasión. ¿Por qué? Primero porque su nadador en mejor estado de forma, Ryan Lochte, no formaba parte del equipo (me vais a perdonar pero no puedo decir que Lochte es el mejor nadador americano actual estando Phelps de por medio, cuestión de principios). No era esta circunstancia dramática si tenemos en cuenta que Lochte nunca ha nadado esta prueba en los grandes campeonatos (y tampoco había nadado los 100 espalda, prueba que le daría “acceso” a nadar los relevos). El problema es que los primeros espadas habituales en la espalda y la braza: Peirsol y Hansen, no estaban en estos campeonatos. Para sorpresas de algunos (moi, por ejemplo), Shanteau no nadó la braza (teniendo la mejor marca en la prueba), sino que lo hizo Mark Gangloff. Total, que el equipo estadounidense partía con una desventaja importante, con un equipo inaudito y su actuación era más bien una incógnita. Incógnitas todas menos una, para que engañarnos: la gran baza se llamaba Michael Phelps. El Baltimore kid saldría en la tercera posta, la de la mariposa, y con el reto más que probable de remontar la desventaja que le dejaran sus compañeros y pasarle el relevo a Nathan Adrian, el último relevista (posta de libre), en las condiciones más ventajosas posibles. Como ya sabréis, todas estas suposiciones que os estoy contando se convirtieron en realidad. Estados Unidos iba cuarta cuando Phelps se lanzó a la piscina. A casi segundo y medio de los líderes, Japón, y por detrás de Alemania y de Australia. Especialmente preocupante la buena posición de Australia, que tenía como último relevista al nuevo pez bala de la natación mundial: Magnussen. El reto para Phelps era importante y parecía difícil la remontada. Pero por supuesto Phelps remontó. No colocó a EE.UU. en primer lugar, sino en segundo, a apenas tres décimas de los japoneses, que tenían una última posta de libre muy floja y logró distanciar lo suficiente a los australianos como para que Adrian tuviera margen para ganar la carrera. Bueno el margen fueron veinte centésimas, Adrian se hundió en los últimos diez metros de piscina y pareció que Magnussen le iba a alcanzar pero salvó los muebles in extremis. En resumen, una carrera emocionante resuelta por Phelps para EE.UU. Puede que esta afirmación parezca injusta para los demás nadadores estadounidenses que nadaron el relevo. La realidad es que Phelps marcó la diferencia. Sin él y su espectacular remontada en la tercera posta no habrían ganado.
Y con este cuarto oro terminó la historia de Michael Phelps en los Mundiales. Nos dejó imágenes simpáticas en la despedida y algunos comentarios emocionados a través de twitter. No es momento para ponerse bizcochona, nos queda mucho Michael por venir: Londres 2012. La última oportunidad para verle. Palabras mayores.
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