Ya que toda la actualización de videos, artículos y noticias de los últimos días en Roma que voy a colocar ahora van con retraso, quiero al menos adelantarme a una de las dos únicas competiciones que nos quedan por ver de Michael en Roma, los 100 mariposa. La cita es esta tade a eso de las 18:49.
Se presenta como el gran duelo de los mundiales, como la final más esperada. La revancha de Cavic tras su apretada derrota en los pasados Juegos Olímpicos (todavía mucha gente cree que ganó él...). Para muchos, creyentes en las tesis conspiranoicas, sería hacer justicia la victoria del estadounidense de nacionalidad serbia, sobre el mediático campeón olímpico. En el duelo se ha unido un tercero a la discordia, el español Rafa Muñoz que, sinceramente, creo que no tiene nada que hacer entre los otros dos. Si se rajó con Cavic en la final de los 50, teniendo el récord del mundo, dudo que soporte la presión de esta final, sobre la que tienen puestos los ojos medio planeta. He de comentar que el españolito me parece un fanfarrón, que no siendo aún nadie en el mundo de la natación, se pavonea como una estrella
Y enlazamos retraso con retraso en la cobertura de estos mundiales... Debería dedicarme a tiempo completo todo el día para lograr llevar esto actualizado. Otros años más o menos lo hacía pero este no puedo... al decir esto me siento vieja, acumula responsabilidades... sobra decir que no me gusta un pelo (me estoy acostumbrando a ello supongo). Estos mundiales de Roma son los más polémicos que se recuerdan, y para tratar el tema realizaré a propósito un corta pega de artículos de El País, fundamentalmente, que nuevamente han realizado una buena cobertura del evento. Que no se me malinterprete pero, siendo la cobertura buena, a mi se me ha antojado escasa. Quizá el hecho de que la natación española tuviera algo que pintar en estos campeonatos, por primera vez en bastante tiempo, ha hecho que el espacio dedicado a lo “no español” de los mundiales se viera algo reducido y aquí nuestro apreciado Michael Phelps se ha visto algo perjudicado. Mínimamente perjudicado me atrevería a decir pues tras ganar el Oro el sábado en la final de los 100 mariposa al farruco serbo-estadounidense Cavic, le dedicaron un espacio en la portada, que repitieron el lunes, lo que pone a las claras la conciencia existente en este diario de la magnitud del deportista del que están hablando... deberían aprender otros. A veces, conscientemente, saco mi vena más frivolona, me gusta relajarme yo y, porque no, a los posibles lectores. Hablo de Phelps en términos superlativos y de nimiedades como su peinado, su vello facial, lo bien o mal que le sienta un bañador, etc. A veces me arrepiento de hacerlo porque tradicionalmente a las mujeres se nos ha marginado como espectadoras de deporte. Yo esto lo padezco desde pequeña, supongo que el tener un hermano mayor ha influido en mi carácter y desde muy pequeña estoy enganchada al deporte y por ello siempre he tenido la sensación de que por ello era un poco “chicazo”, a las chicas no se nos permitía disfrutar del deporte (cada hemos ganado más terreno en este sentido también, afortunadamente). Esta norma social me crispa los nervios, que a una chica le guste el deporte tiene que responder o a que es un “chicazo” o a que le gusta físicamente un deportista, vamos a algo frívolo o “ajeno a su naturaleza femenina” ¡no es indignante! porque ¡nada más lejos de la realidad! Una disfruta con el deporte y más con toda esa mística que le rodea, y a la vez nos podemos sentir absolutamente reconocidas con nuestro género. Porque el deporte tiene alma, tiene un componente plástico y es el reflejo, entre otras muchas cosas, de un estado de ánimo. Todavía me pregunto porque muchos (pseudo)intelectuales lo desprecian como alimento de las masas incultas, que autosuficiencia y estrechez de miras.
Vuelvo a Phelps, le admiro profundamente. Creo que es al deportista que más he seguido y admirado a lo largo de mi vida y ya tengo unos años (vale, tengo 25 tacos y la gente de 40 se ofenderá por esto, pero ya me siento con equipaje a las espaldas, modesto, pero equipaje). He visto a Jordan, a Indurain, a Federer, Sampras, Carl Lewis, Armstrong y otros grandes de los que ahora no hago memoria. Pero yo no he visto cosa igual. No os aburriré con mi momento descubrimiento Phelps en 2003 y la sacudida que me produjo cuando le vi nadar, fue una química especial. No voy de mística ni nada pero ya se intuía que ese chico tenía algo especial. De aquella le veía nadar y me emocionaba, saltaba y aplaudía como una tonta mientras en mi casa me miraban con cara rara y cierta suspicacia por mi afición por la natación (llena de hombretones enseñando pectorales, ejem, el deporte perfecto para quedar como una salidilla). Lo impresionante del asunto es que seis años después me sigue produciendo la misma emoción verle nadar. Es un imán, un deportista colosal que hace sombra a todos los que se le ponen al lado. Un ejemplo es la carrera del sábado, la final de los 100 mariposa. Si Cavic se hubiera enfrentado a cualquier otro nadador, un Rafa Muñoz, por ejemplo, y sin querer despreciarle, todo sería distinto. De Phelps lo puedes esperar todo, todo lo bueno claro. Jamás le he visto en una final taparse, esconderse, se vacía, va al límite si lo necesita, no se amedentra. Sus récords del mundo no los bate en las semifinales ¡ahí no se gana nada! Me llamó la atención una de las declaraciones que hizo Rafa Muñoz tras la final. Venía a decir que Phelps se había reservado en las series y en las semis de los 100 mariposa, que se había guardado un as en la manga. Lo decía como si eso fuera algo con lo que no contaba. Me llamó la atención y, sobre todo, me sorprendió. Hay que observar bien poco a Phelps y desconocer su trayectoria para pensar que él va a gastar una gota de gasolina más de la necesaria en las clasificatorias... Mirando su calendario competitivo, apañado iría si nadara todo a tope, su gasto es brutal con tantas pruebas que nadar. En cierto modo, las declaraciones de Muñoz y Cavic antes de la final de los 100 mariposa me parecieron atrevidas y poco inteligentes. Atrevidas porque están hablando del mejor nadador de la historia, un mito viviente, que se merece un respeto, está bien ser ambicioso pero no creerse mejor que el mejor de siempre. Eso se demuestra en la piscina, después de ganarle se pueden llenar la boca diciendo que le han vencido. Por otro lado, me parecen poco inteligente, porque le han picado. Si hay un Phelps invencible es un Phelps motivado y con un grano o varios en el culete. Siempre ha dicho que odia perder, es enfermizamente competitivo, no deja vivas a sus presas.
La final del sábado fue para guardar en video. En principio todo estaba en contra de Phelps (en la anterior entrada en el blog se pone de manifiesto mi acongoje ante la prueba). No voy a negar que a priori pensé que Phelps estaba vendido. Pero todo cambio en el primer largo. La clave estaba en que Cavic, velocista puro, no le sacará una excesiva ventaja en la primera piscina, como hizo en Pekín (tenía además la ayuda de los bañadores mágicos). Cuando habían alcanzado los primeros 30 metros, se veía que Michael iba a ganar. Fue impresionante su primer largo, la distancia visual con Cavic no tenía nada que ver con la que le sacó en Pekín. Le aguantó el tipo. E, increíble, la carrera que parecía que ganaría Cavic con cierta rotundidad, a mitad de carrera ya se sabía su resolución, ganaría Phelps. Tras el viraje impresionante comienza la apisionadora a recortar distancia. La mariposa es el estilo en el que más miedo me da Phelps, esa manera de batir que parece que se va a comer lo que tenga por delante, me pone la piel de gallina. El final apretado pero ganado con rotundidad para acabar con varias dudas de un tirón: las que todavía persisten de la final olímpica de Pekín y las generadas en Roma (tras su derrota en los 200 libres y las declaraciones provocadoras de Cavic que le había “robado” el récord de los 100 mariposa – tan anhelado por Phelps desde 2003 -, en las semis). Su estallido de rabia y cómo se estira el bañador, una prueba de su carácter y una reivindicación en el sitio correcto, en la piscina y no en la rueda de prensa. Reconoceré una maldad, me gustó algo que hizo Phelps que no estuvo bien, ignoró a Cavic en la piscina y salió enrabietado de la misma. Esa prueba de carácter es una clara prueba de que tenemos Phelps para rato, Phelps grande, hambriento, con retos, motivado, ¡qué más se puede pedir! Bueno algo más sí, verle algún día nadar en directo, en alguna final olímpica, de mundial (cómo te envidio Pauleta ) . Se podía pedir también que fuera eterno, que no envejeciera.
Por último, tras un kilométrico post con muchas idas de pinza (son más de las 12 de la noche y estoy muy cansada hoy). Lo más traumático de los Juegos para Michael, perder la final de los 200 libres, personalmente no me dejó mal regusto de boca del todo. Biedermann, bueno una foto suya, ha pasado a formar parte de la taquilla de Phelps. Le verá todos los días, cada mañana. Una nueva pieza para mantener la voracidad del tiburón de Baltimore. El año que viene se presenta muy poco ajetreado, con pocas noticias (los Pan pacíficos, serán lo más interesante) , aunque en el blog seguiremos a lo que salga. Un blog que comenzó siendo de variedades y que poco a poco me ha monopolizado el genio, que tío, nunca tiene suficiente.
Tags: michael phelps roma
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Hay una categoría superior a la de gran estrella del deporte. Es la del campeón que sale vencedor de las grandes rivalidades. Muhamad Ali necesitó de sus fieros combates con Joe Frazier para pavimentar definitivamente su leyenda. Larry Bird y Magic Johnson construyeron sus respectivos mitos a través de casi 13 años de enfrentamientos en la Liga Universitaria y en la NBA. Lo mismo hicieron Bill Rusell y Wilt Chamberlain, Carl Lewis y Ben Johnson, Jack Nicklaus y Arnold Palmer, y después Jack Nicklaus y Tom Watson. La rivalidad no solo consagra al vencedor, sino que dispara la popularidad de cualquier deporte. Michael Phelps es la demostración de este viejo axioma.
Phelps ha ganado 14 medallas de oro en los Juegos Olímpicos, ha batido tres decenas de récords mundiales y se ha establecido como el mejor nadador de todos los tiempos. Pero podría haber pasado a la historia como un campeón aburrido, un adelantado a su tiempo que no encontró los rivales suficientes para añadir a su perfil los rasgos de los mitos. Para un aficionado al deporte, las hazañas de Phelps en muchas de las pruebas se desdibujan por la falta de referentes. Es cierto que ha derrotado a excelentes adversarios en cada uno de sus éxitos en los 200 metros libres, 200 metros mariposa, 200 y 400 metros estilos. Nadadores como su compatriota Ryan Lochte y el húngaro Laszlo Cseh figuran por derecho entre los mejores de esta época. Sin embargo, al aficionado común le cuesta recordar sus nombres. No son generadores de una rivalidad que trascienda a la natación.
Lo que convierte a Phelps en algo más que una leyenda es su capacidad para ganar aquellas rivalidades que supuestamente no debía vencer. Su excepcional trayectoria está marcada por nueve años de éxitos, pero finalmente serán dos nombres los que colocarán a Phelps a la altura de los grandes genios. Uno fue Ian Crocker. El otro, Milorad Cavic. Los dos han exigido de Phelps actuaciones asombrosas en los 100 metros mariposa. Los dos han sido actores de una rivalidad histórica.
Desde los Mundiales de Barcelona 2003, donde Ian Crocker se impuso en la final, la prueba de 100 metros mariposa nunca ha contado con Phelps como favorito indiscutible, y en muchos casos ni como favorito. Sin embargo, siempre ha encontrado la manera de derrotar a sus dos fenomenales adversarios. Su capacidad competitiva estalla cuando se mide a gente que aparentemente dispone de tantas o más cualidades que él. Crocker le derrotó en Barcelona 2003 y en Montreal 2005, pero Phelps le derrotó por un dedo en los Juegos de Atenas. Lo mismo ocurrió en los Mundiales de Melbourne.
Cavic ha sucedido a Crocker. Es un sprinter puro, un fabuloso velocista que no tendría rival si la sombra de Phelps no planeara sobre la natación. En los Juegos de Pekín, perdió por una centésima en la carrera que aseguró las ocho medallas de oro del estadounidense. En los Mundiales de Roma trituró el récord mundial de Phelps en las semifinales y se le dio como seguro vencedor. Tenía dos ventajas: su marca y su bañador, más impermeable que el de Phelps. El español Rafa Muñoz declaró en las vísperas de la carrera que el primer puesto ya estaba asegurado: era de Cavic. Era lo lógico. Pero la lógica de Phelps es diferente. Donde encuentre el mayor de los desafíos ofrecerá la mejor de sus versiones.
En la final desplegó la clase de fuego que sólo está al alcance de los dioses del deporte. Atacó a Cavic con la vehemencia de los depredadores. No le concedió la ventaja que suponía Cavic en los 50 metros. No le dio el segundo de ventaja que esperaba el serbio. No pasó séptimo por la mitad de la carrera, como en Pekín. Cuando regresaron del muro, Cavic se encontró con Phelps apenas a un metro. El impacto fue evidente. Lo imposible sucedía de nuevo. Volvía el genio de la natación. Como tantas veces ocurrió con Crocker, tal y como aconteció en Pekín frente a Cavic, Phelps destrozó a su rival en los últimos metros, esta vez para bajar por primera vez de los 50 segundos y para imponerse en una prueba que le hace más grande que nadie. Y eso se lo debe en gran parte a los dos adversarios que le han procurado una rivalidad inolvidable
Fuente: marca.comTags: michael phelps segurola
El chico de Baltimore, que ya tiene 24 años, tenía mucho que perder en Roma. En los Juegos Olímpicos de Pekín el verano pasado se había convertido sin lugar a dudas en el mejor nadador de la historia. En la capital italiana usaba un bañador permeable que, de salida, lo situaba varias décimas por detrás de sus competidores embutidos en monos de goma. Se había pasado seis meses sin entrenarse después de los Juegos y no estaba en su mejor punto de forma. Además, las grandes corporaciones, sus clientes publicitarios, lo miraban con recelo tras la publicación de una foto en la que se le veía con una pipa de marihuana en una fiesta universitaria.
En este escenario adverso había que tener una motivación irracional para tirarse a una piscina a nadar los 100 metros mariposa contra dos tipos que amenazaban con bajar de 50 segundos. Uno era Cavic, el serbio, que tenía el récord del mundo con 50,01s. El otro era el español Rafael Muñoz, plusmarquista mundial de 50 mariposa. Dos balas enfundadas en material deslizante. Dos desafíos monumentales.
Rafa salió de la cámara de salidas y se quedó perplejo mirando el espectáculo que ofrecían Cavic y Phelps en su ritual duelístico. El cordobés se quedó tan fascinado que tal vez ganó el bronce por eso. Su táctica consistió en unirse a Cavic y nadar los primeros 50 a toda mecha para dejar a Phelps demasiado lejos en el viraje. "He salido bastante bien y he cogido a Cavic. Pero él ha hecho un viraje bastante rápido y me ha adelantado", recordó más tarde el español. "Tendría que haber pasado con él. Luego a la vuelta, en los últimos 25, he levantado el freno de mano y he quemado todo el combustible que me quedaba".
Rafa nadó bien. Llegó a la primera pared en segunda posición, por detrás del serbio y por delante del americano. Hizo 23,24s. Cavic hizo 22,69s. Phelps pasó el último con 23,36. Su entrenador, Bob Bowman, estaba tan nervioso que no miró la carrera. Sólo el panel que anunciaba el parcial. "Cuando vi que hacía 23,36 supe que ganaría", dijo; "ha sido su parcial más rápido".
Cavic se asombró: "No creí que Phelps me seguiría tan de cerca en los primeros 50. Cuando hicimos el viraje supe que el final sería apretadísimo. Tal vez gasté demasiada energía en la salida". La última piscina fue un calco de la final de Pekín. Una persecución maravillosa. Phelps, el depredador, en vuelo rasante tras las codornices. Primero pasó a Rafa. En los últimos 10 metros se ocupó del serbio. Lo superó en la última brazada, como en la capital china. Calculó mejor las brazadas. Optimizó su energía. Tenía la carrera en la cabeza antes de nadarla.
"Él se ha reservado energía en la semifinal y en las series", ponderó Rafa. "Siempre se guarda un as en la manga. Ha sido la carrera más rápida de la historia. Hemos nadado a dos metros por segundo. Ellos dos han conseguido bajar de 50s. ¡Un pecado! Cuando hemos terminado me le he acercado y me he dicho: 'Si le llamo Mike pensará que me dirijo a Mike Cavic. Así que le dije: '¡Phelps! ¡Good race!". "Yo lo miro", decía Rafa; "y tiene la misma estatura que yo, la misma espalda, hace los gestos idénticos a mí... ¡pero él es Michael Phelps!".
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